Qué son las Creencias
Todo lo que te causa sufrimiento y vives como un “problema” en tu vida se puede resumir, aunque pueda resultar difícil asumirlo, a una mala pasada que te juegan tus pensamientos. Al menos, en un primer momento.
Debido a la estructura de nuestro cuerpo, cada pensamiento o frase interior que te formulas genera en ti una emoción.
Por pensamiento me refiero a cualquier cosa que se te pase por la cabeza, sea en forma de idea, recuerdo, imaginación, duda, ensoñación, descalificación, etc.
Joe Dispenza, neurocientifico estadounidense, afirma que según las últimas investigaciones científicas los seres humanos tenemos entre 70 y 90 mil pensamientos diarios, y de éstos el 90% son iguales a los del día anterior.
Y eso es justamente una creencia: un pensamiento que te repites una y otra vez y que, casi con seguridad, sembraste en tu mente durante tu infancia, a raíz de una experiencia que te impactó intensamente y que, a partir de entonces, te generó una forma limitada de percibir la realidad.
Yo llamo a ese momento “acontecimiento semilla” porque es como si en esa experiencia quedara sembrada una semilla que germinará y florecerá en su momento.
A lo largo del tiempo la semilla será regada y abonada a través de otros acontecimientos que se perciban con el mismo filtro de percepción, limitación o lentes y donde estará actuando la misma creencia.
Es como si a partir de ese momento hubieras reemplazado tu forma de ver una cuestión, para pasar a adoptar la visión de algún otro (alguien realmente importante para tu supervivencia), sin someterla al más mínimo análisis.
Y, desde entonces, llevas, sin ser consciente de ello, unos lentes oscuros para mirar al mundo, en el que naturalmente percibes una oscuridad que no estaría ahí si te quitaras los lentes.
La semilla tiene la capacidad de florecer con el tiempo manifestando un síntoma físico, emocional o mental (creencias).
¿Y si las cosas que vives no significaran lo que crees?
Veamos con un ejemplo extraído de El Lenguaje del Alma como, a través de la experiencia, fijamos las creencias que marcan nuestras vidas.
Supongamos que en el trabajo el jefe hace unas correcciones en un documento que ha preparado una empleada.
A medida que va realizando las correcciones, la empleada empieza a notar una sensación interna desagradable.
Siente escalofríos, dolor en su abdomen e incluso ganas de vomitar. Además de que se siente extremadamente insegura, asustada y poco valorada.
Según se van intensificando las sensaciones corporales y emocionales, llega a temer incluso que la despidan del trabajo.
Para que esta empleada se sienta poco valorada o incluso con temor hacia su futuro, tiene que haber vivido anteriormente otras situaciones en las que también se haya sentido de la misma manera.
Lo que ha ocurrido es que la empleada ha asociado inconscientemente esta última experiencia a otras anteriores en las que también se sintió amenazada y poco valorada.
Tu cuerpo archiva todas las emociones que vives
Pensemos en una situación en la que llega el quinto hijo a una familia con dificultades económicas. Se trata de un hijo no esperado, ya que bastante complicado es para los padres alimentar y atender a cuatro hijos, para que venga uno más. Los hijos mayores, aún niños, tienen que ayudar al padre o a la madre para seguir adelante.
Imagina una escena en la que la niña mayor está con la madre tratando de ayudarla: el niño pequeño llora en la cuna, el otro está pidiendo de comer, los otros dos están peleando y la madre, en un momento de desesperación, atosigada además por dificultades económicas, grita:
—¡No vamos a salir adelante!
Las emociones fijan y amplifican las creencias
Esta expresión, con la carga emocional que tiene en ese momento, probablemente tenga el suficiente impacto sobre la niña para que ella empiece a creer lo mismo.
Así es como se convierte en su propia creencia, es decir, algo que ella cree que es verdadero a partir de entonces.
Imaginemos que esa niña es la misma empleada del ejemplo anterior. Cuando personalice la creencia sobre sí misma, que es la tendencia natural, se la formulará de esta forma: “No voy a salir adelante”, sintiendo la amenaza para su propio futuro.
Quizá sienta además que ella misma tiene poco valor, ya que al ser tan pequeña no se siente capaz de ayudar a su madre como ésta le pide.
Más adelante, la primera vez que un profesor le corrija un ejercicio de matemáticas, es probable que sienta internamente que vale poco y de, forma amenazante, que no será capaz de salir adelante.
También lo sentirá cuando, por ejemplo, se rompa la relación con su primer novio, donde quizá creerá que él la ha dejado porque finalmente se ha dado cuenta de que ella es poca cosa y no vale la pena.
Esos lentes oscuros o creencias que incorporamos a raíz de la experiencia original irán moldeando las sucesivas experiencias, las cuales serán percibidas conforme a la misma pauta y quedarán asociadas entre ellas.
La Primera vez que experimentaste una emoción
Cada nueva experiencia se asociará con la anterior, quedando vinculada con todas las demás, siendo la primera experiencia el acontecimiento semilla y formando entre todas un conjunto compacto. El vínculo les dará más fuerza y ejercerá un filtro sobre la realidad aún mayor.
En nuestro día a día adulto, cuando ocurre algo y nos sentimos de una manera determinada, es porque antes de esa situación ya nos hemos sentido de esa manera varias veces.
Como en el ejemplo de la empleada, habremos dado el significado «No voy a salir adelante» a una larga serie de experiencias.
Si en algún momento llegamos a darnos cuenta de que hemos estado forjando una creencia así durante años, experiencia tras experiencia, será profundamente transformador, porque ya estaremos más allá de una posición de víctima o de pensar que hemos tenido una vida difícil.
Nos habremos dado cuenta de que todo ese conjunto de experiencias asociadas a una misma creencia se han erigido sobre el acontecimiento semilla.
El gran archivo de la memoria inconsciente
Imagina un gran archivo de información constituido por filas y columnas de cajones conectados, donde irás guardando todo lo que vayas viviendo.
Cada uno de esos cajones está marcado con un título, una frase o una expresión que refleja una determinada creencia, filtro o forma de ver la vida.
Al abrir un cajón encuentras todas las experiencias que sostienen esa creencia, ordenadas de la primera a la última.
Algunos cajones están aún por estrenar —sin título—, y cuando aprendes algo nuevo, abres uno de esos cajones inéditos para colocar en él esa primera experiencia; también asignas un título a ese cajón en función de la experiencia.
La primera vez que percibas que no vas a salir adelante, abrirás un nuevo cajón que titulará personalmente «No voy a salir adelante».
En ese mismo cajón se irán colocando otras experiencias posteriores que hayas interpretado de forma similar. Todas ellas quedarán vinculadas dando más peso al cajón y más fuerza a la creencia.
Cuando sucede algo en tu escenario y te sientes mal es porque has asociado inconscientemente lo que ha ocurrido a algún determinado cajón. La nueva experiencia ha quedado vinculada a otras anteriores en las que también tuviste ese tipo de sensación desagradable.
Transformar la experiencia original es la clave para transformar de una sola vez todas las experiencias posteriores.
Cambiar el pasado para cambiar el presente y el futuro
Si pudieras viajar en el tiempo (que puedes) y aterrizar en la primera experiencia —es decir, en el acontecimiento semilla—, y pudieras encontrarle un significado diferente, te verías obligado a sacarla del cajón, porque ya no encajaría de ninguna manera con el significado o título de ese cajón.
Sigamos con el mismo ejemplo, viajando en el tiempo hasta el momento en el que la niña está haciendo como puede la comida para sus hermanos. Imagina que esa niña hubiera sabido que siempre habría comida para todos. En ese mismo momento se habría dicho: «Todo irá bien». Y ya no hubiera sido posible crear un cajón con el título «No vamos a salir adelante».
Vayamos ahora a por la segunda experiencia. Cuando ésta se presentase, la niña ya no podría darle el mismo significado.
¿Por qué?
Porque ya no existiría el cajón y, por tanto, no podría colocar la segunda experiencia en ese lugar. Así que o bien la colocaría en otro cajón, o bien abriría un nuevo cajón. De todas maneras, dejaría de tener el significado que le dio originalmente.
Cuando llegara la tercera experiencia, su inconsciente se preguntaría: «¿Dónde la archivo?», y en un instante se vería obligada a colocarla en otro cajón, tomando también un significado diferente.
Esto mismo sucedería con las siguientes experiencias, una tras otra pasarían a significar cosas diferentes.
Recapitulando, si pudiéramos viajar en el tiempo hasta la primera experiencia o acontecimiento semilla, podríamos transformar su significado en el mismo momento en que ocurrió. Y en ese mismo instante, el cajón desaparecería.
En el ejemplo, una vez que sé que «Todo irá bien», el cajón «No voy a salir adelante » deja de existir. Más tarde, cuando revisen mi primer ejercicio de matemáticas en la escuela, le daré inconscientemente
otro significado, por ejemplo:
«Me gusta aprender matemáticas», o quizá otro diferente: «Las matemáticas no son lo mío».
Esto definirá mi relación futura con las matemáticas, porque probablemente en ese momento abriré un nuevo cajón con ese título.
Cuando termine la relación con mi novio, quizá me diré que él se lo pierde; y cuando mi jefe me corrija, pensaré simplemente que su criterio no coincide con el mío y que, si coincidiera, a él le funcionaría mejor su empresa.
De este modo, la serie de experiencias del cajón «No voy a salir adelante» se desmoronan como si se tratara de una cadena de fichas de dominó colocadas en serie, donde la primera derriba a la siguiente hasta que caen todas. El cajón queda vacío y el título-creencia desaparece, como si nunca hubiera existido esa forma de ver la vida.
Cambia tu manera de percibir y transformarás tu problemas.
*Post realizado a partir de El Lenguaje del Alma, el Arte de Escuchar la Vida y Alinearse con sus mensajes.
*Photo by Sanwal Deen on Unsplash