El ciclo de las emociones
Todas las emociones tienen un ciclo vital: aparecen, se intensifican, llega a su límite, decrecen y desaparecen en el vacío, sin dejar rastro ni residuo en el cuerpo.
Este ciclo natural te lleva a vivir lo que aparece en tu vida en ese momento de forma completa, lo cual permite que la emoción se libere y que, a continuación, se extinga de inmediato.
Las emociones se perciben como una ola de distinta intensidad que contiene el impulso o energía necesaria para llevarte a actuar, moverte (“emoción” es energía en movimiento), y quedar alineado inmediatamente con lo que está ocurriendo en tu vida en el instante en el que la estás sintiendo.
Tienen, además, la fuerza para transformar el escenario en el que te encuentras en caso de que sea necesario.
El cuerpo humano llama la atención por la extraordinaria capacidad que tiene para sentir.
El camino de vida se configura como un viaje entre los extremos de las cualidades que más nos llaman la atención. Venimos a sentir el amor, la soledad, la alegría, el abandono, la tristeza, la ira, el deseo, el poder, la libertad…
Y también venimos a vivir cada una de esas emociones en sus dos caras: amar, ser amado y del otro lado también el desamor; crear y destruir, ser rico y no tener nada, sentirse poderoso y vivir la impotencia… Es decir, venimos a sentir la totalidad desde sus extremos.
Sentimos esas emociones para poder integrarlas en nuestro ser y así evolucionar a través del apasionante proceso de comprensión y transformación que es nuestra vida.
Para alcanzar la comprensión de una experiencia o de un acontecimiento, no podemos quedarnos anclados en un solo lado, es preciso vivir la Vida en su totalidad.
Las emociones reprimidas afectan al cuerpo físico
Sin embargo, cuando no permites que las emociones realicen su ciclo completo, te quedas atascado en ellas y éstas permanecen alojadas en tu cuerpo (tanto emocional, como energético y físico) esperando ser liberadas.
Y cualquier emoción que niegas aumenta su fuerza, con las consecuencias que ello tiene para tu cuerpo físico -que se ve obligado a soportar esa tensión- y tu vida -generándose obstáculos, caos a tu alrededor.
El cuerpo mental (los pensamientos, creencias, etc.) es el que permite o dificulta la libre expresión de las emociones. Cuando el cuerpo mental considera que una emoción es negativa trata de reprimir su expresión; en consecuencia, la emoción se queda atrapada en el cuerpo energético, generando distorsiones en el campo energético alrededor de la persona, hasta que es liberada.
Si la misma emoción es reprimida una y otra vez, es decir, si en lugar de ser contenida en un evento aislado este mecanismo se convierte en un patrón de comportamiento, la emoción puede acumularse
en un órgano o en una parte del cuerpo físico. Cuando se supere la resistencia física del órgano o de la parte del cuerpo donde se acumula, se manifestará como un síntoma.
Las emociones reprimidas afectan a los aparatos que te rodean
Mientras la emoción sigue activa en tu interior crea una distorsión en tu cuerpo energético que puede afectar a los sistemas eléctricos de los aparatos que tienes a tu alrededor, como son los aparatos domésticos, los equipos profesionales o los vehículos.
Las cosas que suceden en tu escenario reflejan aspectos tuyos (todo es siempre un reflejo de ti mismo). El hecho de que se presente una avería en cualquiera de esos aparatos es una sincronía o simultaneidad externa que refleja una desalineación interna.
El hecho de que se manifieste en tu exterior es una oportunidad para que te des cuenta fácilmente de cuál es esa parte interna —inconsciente hasta este momento— que no está alineada contigo (con tu propósito).
Observarla o darte cuenta de ella es el paso previo imprescindible para sanarla e integrarla, y así evolucionar hacia una conciencia plena. Todo este proceso antes no era posible, dado que ni siquiera sabías que la emoción reprimida estaba ahí.
En el caso de que la falta de alineación afecte al funcionamiento de aparatos o bien a cosas que se pierden, te quitan o desaparecen, estamos frente a lo que yo denomino una “llamada suave del alma”. Es el momento de prestarle atención para descubrir el mensaje y tomar su regalo antes de que la llamada se haga más fuerte y afecte al cuerpo físico.
Las llamadas suaves se manifiestan mediante sensaciones físicas de incomodidad, a través de situaciones y actividades que no suceden o funcionan como nosotros esperamos y también mediante extravíos o pérdidas de objetos.
Cuando hay una emoción que no te gusta sentir especialmente, suele presentarse y llevarte con ella es porque en el fondo hay algo que te mantiene apegado o atado a la emoción. Recuerda que hay un regalo detrás de esta emoción que espera ser descubierto.
Preguntas para comprender el mensaje de las Llamadas Suaves
En “El Lenguaje del alma” puedes encontrar una serie de preguntas para explorar distintas situaciones a través de las que se expresan las llamadas suaves. El propósito es que aprendas a aplicar las preguntas a tus propias llamadas, comprendiendo su mensaje y usándolo para dar tu siguiente paso en tu vida.
A continuación, exploraremos varios ejemplos -el primero en este post- en los que el uso de estas preguntas permite que se revele el mensaje que contiene la llamada.
1º ¿Qué está pasando? ¿Cuál es la situación?
2º ¿Qué representa simbólicamente lo que está ocurriendo? Si se trata de un aparato u objeto, ¿qué representa para mí ese objeto o cuál es su función o utilidad?
3º ¿Cuál es la parte de mi vida que se está reflejando esta situación? ¿Qué parte de mí se ha quedado anticuada y es el momento de renovar?
4º ¿Cuál es el nuevo paso que me toca dar en mi vida? y ¿cómo lo doy?
Descubriremos el regalo que ofrecen estas situaciones cuando seamos capaces de profundizar en lo que nos están revelando.
Llamada a través de la casa y los aparatos domésticos: el calentador de agua que deja de funcionar
Hay personas que tienen la costumbre o el patrón de contener sus emociones y que, curiosamente, tienen repetidas averías relacionadas con los aparatos o conducciones de agua en sus casas.
Cuando uno se da cuenta y lo puede disfrutar desde el humor negro, esta llamada a la atención no deja de ser una metáfora divertida, aunque, por supuesto, acarree molestias en los aspectos prácticos y cotidianos.
Veamos un ejemplo.
Llega una consulta por e-mail sobre calentadores de agua estropeados y problemas de piel. Es inicialmente una llamada suave porque afecta a una serie de calentadores aunque el hecho de que después llegue a afectar la piel implica que se ha intensificado.
Resumiendo la consulta, la persona que me escribe me dice que está de viaje y que ha visitado tres casas en la última semana. Lo que le ha pasado en cada una de ellas es que los calentadores del agua se han estropeado a su llegada.
Ella está viajando con su hija adolescente y afirma que “debe contener” los ataques de ira que le provoca el comportamiento de ésta. Al regresar a su casa, el calentador tampoco funciona y decide consultarme porque, después de la metáfora repetida de los calentadores, acaba de aparecer en su piel una erupción.
La erupción en la piel hace que exprese esa ira rascándose. Ella no puede evitar rascarse hasta lastimarse, sólo encontrando alivio al sumergirse en agua fría, lo cual sugiere que el hecho de que se fundan los calentadores no representa ningún problema para ella ya que lo que necesita en realidad es agua fría…
Comprendo que el lector que se encuentra por primera vez con un ejemplo como este le pueda parecer extraño. Quizá le dé la misma importancia que a un suceso fortuito.
Sin embargo, después de haber observado cientos o quizá miles de casos a lo largo de más de veinte años de práctica y habiéndolos atestiguado uno tras otro, he desarrollado la escucha atenta y la sensibilidad que me permite darles crédito.
Cuando resuelves lo interno, simultáneamente se repara lo externo
También se ha dado en estos casos la circunstancia de que, a la vez que se pone atención en el aspecto interno, también se arregla, repara o deja de llamar la atención el símbolo externo (el calentador de agua, en este caso), así como lo que sucede en el cuerpo físico (el picor, aquí).
Recuerda que los eventos que suceden en tu cuerpo y en tu escenario reflejan aspectos tuyos. Todo es siempre un reflejo de ti mismo.
En el suceso entre madre e hija , el calentador de agua empezó a funcionar como se esperaba una vez que la persona tomó consciencia del proceso y usó su energía de forma consciente y creativa. En lugar de contenerse y gritar a su hija, la madre eligió hablarle de cómo se sentía en relación a lo que estaba pasando.
Esto las llevó a una conversación donde también la hija adolescente se dio cuenta de que actuaba de esa manera debido a que no se sentía escuchada por su madre. De este modo las dos crecieron en la consciencia de sí mismas, en su comprensión mutua y en su camino personal.
Una emoción fuerte como la llamada ira o coraje contiene la fuerza para transformar el mundo o al menos el escenario en el que la emoción se presenta. Sin embargo, en general hemos aprendido a reprimirla y tragarla, causando daño a nuestro propio cuerpo, o a expresarla con la idea de que causa daño al que está enfrente.
Existen diversos caminos o técnicas para ello, como has visto en el ejemplo anterior. Otro que te propongo es intensificar la emoción hasta que se transforme y se disuelva en el vacío desde donde llegó. En el libro El Lenguaje del Alma, el Arte de Escuchar la Vida y Alinearse con sus mensajes puedes encontrar descrita una práctica para acompañar el ciclo completo de la emoción.
*Fragmento extraído de El Lenguaje del Alma, el Arte de Escuchar la Vida y Alinearse con sus mensajes
*Photo by NeuPaddy on Pixabay
[thrive_leads id=’26270′]