La muerte: uno de los temas más tabú de nuestra sociedad
La muerte es un acontecimiento que todos experimentaremos al final de nuestra vida. Sin embargo, no contamos, por lo general, con una preparación adecuada con la que afrontar ese momento crítico.
La cercanía de Josep a personas aproximándose al momento de la muerte como voluntario en Nicaragua tras el huracán Mitch, en el centro de recogida de moribundos de la Madre Teresa en New Delhi y en el área paliativa del hospital de la Santa Creu de Vic (Barcelona), le enseñó a acompañar una buena muerte.
Aprendió a estar atento a las necesidades esenciales del moribundo y también, que una vez atendidos sus asuntos pendientes, se puede mirar hacia la puerta de la muerte con entereza y dignidad.
Y en cuanto a los familiares, aprendió que pueden estar a la altura de la persona que se despide; capaces de aceptar la muerte como algo natural y pueden soltar a su ser querido para que este pueda “descansar en paz” y experimentar lo que literalmente se llama una buena muerte.
En esos lugares, Josep tuvo el honor de acompañar los procesos de despedida de cada uno de estos seres excepcionales, como somos todos, ante el desafío que llamamos muerte y que él denomina “Culminación de la vida”.
“Culminación de la vida” porque la vida es un proceso de realización, y la muerte es sólo la culminación de ese proceso.
La muerte silenciada en Occidente
En nuestra cultura occidental, generalmente, consideramos el proceso de morir como un aspecto doloroso, difícil, temible, quizá terrible, incluso oscuro y fúnebre, al cual no queremos mirar.
No es un tema del que se hable con normalidad ni en el hogar, ni en la escuela ni en los medios de comunicación.
La muerte es una experiencia que se oculta, relegada a hospitales, tanatorios, iglesias, lugares de culto y cementerios.
En otras culturas, el tema de la muerte está aceptado ya desde niños e integrado en la vida cotidiana de manera más o menos normalizada (como el Día de los Muertos mexicano -día de los difuntos en España-, una jornada que constituye toda una fiesta en el país).
Cuando alguien cercano fallece, por lo general, se vive con dramatismo y gran padecimiento. Aunque depende de la formación, conocimientos y costumbres del individuo, se oculta a los más pequeños y se espera, normalmente, que los adultos se mantengan “fuertes”.
También en los hospitales muchas familias niegan al moribundo la información acerca de su pronóstico terminal, con la ilusión falsa de que de lo que no se habla, no existe.
Sin embargo, nacemos, crecemos y morimos. Todos tenemos la certeza de que antes o después dejaremos este mundo pero, aun así, disimulamos encubrimos o desviamos el asunto.
No queremos saber acerca de la muerte, así que no nos preparamos para morir ni sabemos cómo acompañar a quienes están a punto de hacerlo para que puedan despedirse con amor y dignidad.
Aprender a morir para aprender a vivir
Tenemos la profunda creencia de que somos únicamente nuestro cuerpo físico y que dependemos de esta imagen física para poder existir.
De este modo, que el cuerpo físico perezca nos lleva a suponer que la muerte significa el fin total de nuestra existencia. El cuerpo es como un traje que usa la consciencia para experimentarse. Ninguno de nosotros se va a llevar este traje al “otro lado” pues allí ya no nos sirve.
Debido a que desconocemos nuestra propia naturaleza, que abarca mucho más que nuestro cuerpo físico, que la muerte puede golpearnos en cualquier momento y arrebatarnos todo aquello a lo que nos sentimos apegados nos crea una sensación de falta de sentido de la vida.
Igualmente, con nuestra perspectiva trágica de la muerte cuando alguien con quien nos sentimos estrechamente conectados muere, sentimos que sufrimos una gran “pérdida”.
Y ésta es una creencia que nos corresponde evolucionar.
No existe la muerte tal como la percibimos
La muerte es un tránsito, como la concepción y el nacimiento. Nadie muere, sólo cambia su forma de existir.
La vida es un estado continuo de transformación, y la muerte forma parte de ese proceso de cambio continuo.
En palabras de Josep, “La vida es un proceso de realización y lo que percibimos como muerte es la culminación de ese proceso, un tránsito hacia lo Uno.”
Desde el punto de vista humano, la vida empieza con el nacimiento y termina con la muerte, desde el punto de vista espiritual la vida física es una breve etapa de transición hacia otra existencia menos limitada.
Hay leyes de vida y leyes espirituales. La ley de vida dice que los hijos entierran a los padres. Esto no es una ley espiritual. La ley espiritual dice que tomamos un cuerpo humano con un propósito y cuando el propósito para este cuerpo se termina o se realiza, dejamos el cuerpo.
Esto no tiene que ver con el tiempo. El tiempo sólo existe en la dimensión mental, la dimensión espiritual es eterna. Lo que las personas hemos dado en llamar “aborto”, por ejemplo, es un ser que ha realizado su propósito completo en el vientre materno.
Es realmente liberador entender que el propósito que nos ha traído a nuestra vida se ha llevado a cabo al dejar el cuerpo físico. Aun en lo que toma la forma de un accidente, la persona siempre se despide, de una forma o de otra.
Cuando alguien muere hay, ciertamente, una pérdida de su corporalidad, el cuerpo se disuelve. Y todo lo que tiene que ver con el cuerpo desaparece: el abrazo y los besos de esa persona, hablar con ella, oír su voz, su olor, mirarla, sus acciones, etc.
Es importante permitirte honrar tu pérdida y darte el tiempo y el espacio para sentir los sentimientos que ésta te genera (negación, enfado, tristeza, soledad, aceptación). Esto es lo que se llama un duelo natural. El sentido del año de luto, o de duelo, es porque es la primera vez de todo sin la persona: La primera navidad, el primer aniversario, las primeras vacaciones,…
Más allá del duelo natural que cada uno experimente, pues no hay reglas, los que nos quedamos podemos aprender a comunicarnos interiormente, o de otra manera con la persona, pues sigue existiendo, aunque sea de otro modo en la dimensión interna y espiritual.
No hay muerte, no hay separación, se trata de un tránsito, un movimiento energético hacia un cambio de forma.
Desde los estudios de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, pionera reconocida en el área del acompañamiento a la muerte, la creación de hospicios y los cuidados paliativos, hasta los más recientes descubrimientos de diversos investigadores contemporáneos com el Dr. Sam Parnia, el neurocirujano Eben Alexander, el psiquiatra B. Greyson y el neurosifiólogo Peter Fenwick, se está produciendo un cambio en el paradigma científico tradicional sobre la muerte entendida como término de la vida.
Sus investigaciones se centran en comprender, entre otras cuestiones, que es lo que las personas viven en experiencias cercanas a la muerte (ECM), así como ciertos patrones que se repiten con frecuencia en personas que han estado al borde de la muerte y personas que fueron diagnosticados como clínicamente muertos.
Sus hallazgos ratifican que tras la muerte cerebral sigue existiendo en la persona un estado de conciencia.
Aprender a morir y despedirse de manera consciente
En muchas ocasiones la muerte aparece de manera inesperada, por lo que no hay ocasión de reunirse y pasar juntos, en familia o comunidad, los últimos instantes de la persona que se va.
Sin embargo, en otras ocasiones la muerte es predecible y el proceso que se podría emplear para despedirse de la persona, como compartiendo emociones o ayudándola a resolver sus asuntos pendientes, se emplea en ocultar que ésta tendrá lugar.
Es lo que se ha dado en denominar “conspiración del silencio” y consiste en una comunicación superficial entre el enfermo terminal y sus familiares (en ocasiones también del personal que los atiende).
Aunque todos conocen la inminencia de la muerte, ninguno trata el tema con el moribundo. De este modo, se niegan la oportunidad de compartir y encontrar alivio a sus sentimientos y preocupaciones.
Esta conspiración está construida sobre la idea errónea de que la persona no sabe que va a morir. Esto es falso, hay un momento en que toda persona sabe que se va “morir”. Y cuando la persona lo sabe y nadie lo habla, se puede sentir en la más terrible de las soledades, condenado a morir sin despedirse de sus seres queridos.
¿Quisieras eso para ti, especialmente de tus seres queridos? Nos toca ser valientes y mirar la muerte con dignidad y entereza.
Y estos momentos son clave no sólo para la persona que se va, sino para el posterior proceso de duelo de quienes se quedan, pues representan la oportunidad de compartir el amor, responder preguntas, resolver temas pendientes, organizar las últimas voluntades del moribundo y despedirse en paz.
Una última referencia a la potencia de los asuntos pendientes. Una de las bendiciones del proceso de despedida es que uno pone la importancia lo que realmente es importante. Los asuntos del orgullo del ego y del personaje caen.
Por ejemplo, si hay una persona que no se habla desde hace años con un hermano por un enfado de cualquier tipo, en la cercanía de la muerte esperará su encuentro. Le esperará durante días aunque el cuerpo no esté en condiciones para la vida. Y cuando llegue y se despida de este hermano también se despedirá de su vida en paz.
Si tienes el honor de acompañar un proceso despedida, atiende especialmente los asuntos pendientes, esto facilitará una muerte digna y en paz.
Autores. Cristina Gil & Josep Soler
Muchas gracias por esta información tan importante, mi padre ha fallecido hace tres semanas, y creíamos que este día nunca nos llega, pero así es llega. Mientras más aceptación se tenga más amorosa puede ser la despedida, esto no quiere decir que no duela, pero ayudar a la transición desde un punto de paz y naturalidad en el proceso donde poder agradecer, amar,perdonar toda las experiencias compartidas.
Excelente articulo, gracias Josep acompañe el proceso de muerte de mi madre hace 2 meses, puede entender lo que necesitaba comunicarme y hacerle saber que había comprendido su mensaje, agradecerle, abrazarla y decirle que era una mujer extraordinaria y la mejor mama. Luego fui testigo como después de ello se fue muy tranquila.
hay una frase muy sabia que lei hace poco, y que creo que es mas que cierta, y la modifique a mi vida y es asi
no le tengo miedo a la muerte, que todos los demás tienen miedo, le tengo respeto a la muerte despierta que debemos encaminar a nuestra vida presente, que al estar en el proceso de modificación celular, de modificación, espiritual, de modificación emocional, de modificación, mental, de modificación total, y ver que cada una es un mundo gigante que mientras alineas una las otras se destemplar, y la meta es el equilibrio de todas, es una especie de universidad, donde tu calificación no depende de los demás, de ti solo un 0.5 porciento, pero los resultados deben sentirse en tu corazón, ser asimilados. conscientemente por tu aire, como si alguien te acompañara mas arriba de ti, o dentro de ti, o puede ser fuera de ti pero no se ve, no se siente, pero sabes que esta, tu ves que todos y cada vez mas curso y tiene un valor, algunos los puedes pagar otros no otros, otros por alguna razón la vida te lo envía, antes tu mente ,pero hay muchos caminos tan conectados, pero que no es fácil cuando, lo que pensabas facil es lo mas complicado. pero va mas allá de esoooo